Monimonimoni, mo-ni

Tengo dinero. Vuestro querido holgazán se ha apuntado a esa moda de trabajar, y ahora mis días pasan entre entrañables archivos, amigables fotocopiadoras y aterciopeladas centralitas telefónicas. Soy vuestra putita de oficina.

Tengo dinero, y eso para alguien que con 25 años recibía una paga mamá-mensual de 22 mil pesetas es casi como hacerse adicto al crack recién salido del pulmón de acero. Inversión de valores. Ahora los escaparates de las tiendas me guiñan al pasar, las dependientas del Pull and Bear me dicen atrevidas obscenidades, ya no tengo que preguntar por «unas zapatillas como las del escaparate pero en baratas». Me siento como el vampiro mariquita de Entrevista con el Vampiro, recién convertido y atónito ante un mundo nuevo, y la estatua del Ángel es un maniquí de Adolfo Domínguez que se semigira y saca un poco el pompis.

Dinero tuyo. Dinero para gastar. Dinero para fumártelo, limpiarte el culo o comprarte una hamaca autohinchable electroestimuladora de la teletienda. Yo pensé en un iPod. Pero el subidón consumista dura lo que tardas en pensar en la imagen de algún bloguero gordito en el metro con un iPod en su regazo, tarareando la banda sonora de Braveheart a las 7:30 de la mañana. Gracias a dios, la tentación pasó.

Este ángel me deca cosas. Sucias. Inevitablemente, en esta sucesión de tópicos recurrentes del joven trabajador, después tiene que venir el coche. ¿Cuánto ganaré en los cuatro meses de la sustitución? ¿A cuanto están los Golf de segunda mano? ¿Y los Polo? ¿El Lupo? ¿El Kia Frigopié? Bueno, quizás si pido una ayudita, y voy con el seguro de los cristales de la casa en la guantera, y aprovecho los contactos rusos que tienen mis tios en la Costa… Espérate, la gasolina habrá que pagarla después de los cuatro meses de contrato. Concéntrate. Un Seat Ibiza verde pistacho con luces de neón en el salpicadero, la pegatina de Alpine en la luna trasera, y el subwoffer tronando I wanna flyyyyyyyy por todo el vecindario. Vale, no quiero coche, siguiente fase.

Irte de casa. Independizarte. Con lo que tenga ahorrado puedo subsistir unos seis meses, en un piso compartido. Ya lo hice en Granada. Buscaré trabajo. Mis colegas lo hacen. El Carrefour, el Catsa del Parque Tecnológico. Compartir piso con mis amigos. En casita. Todo el día. Mis amigos. Limpiando. Barriendo. Sentados todo el día en el sofá. Mis amigos. Ahí, en mi casa. Mis amigos. Nuestra casa. Mía y de mis amigos.

Ahorrar. Ahorrar hasta que alguien me pille con la guardia baja y me pida un préstamo para montar una productora de cine independiente, y yo de vino de Cómpeta hasta las venillas de los ojos le diga que sí, pero con la condición de que los castings de las tías los hago yo, jiji. O ahorrar para seguir teniendo las mismas dudas pero más tiempo. No, ahorrar no es una buena idea.

Asi que al final, imponiéndose la cordura y el sentido común, la opción elegida ha sido la de invertir en mí mismo con mi mecanismo: irme a otra capital de provincias para hacer un master en gestión medioambiental (hasta aqui lo pago yo), y de paso seguir viviendo del cuento y asustando a las niñas que una vez me dirigieron la palabra diciéndoles «me he mudado a tu ciudad por TI», pronunciando el TI con mucho énfasis y los ojos muy abiertos (esto ya se verá quién lo paga).

Asi que ya veis. Siempre reinventándome. Pa que luego me llamen acomodaticio.

3 comentarios en “Monimonimoni, mo-ni

  1. Acaba de darme un ataque de identificación contigo. Grave porque soy una chica. Tu descripción del paso del estado no laburo – empleo remunerado, magistral, hombre, magistral.
    Salud

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